lunes, 11 de noviembre de 2013

Día catorce: Despedida al amado

" ¿Qué te he hecho yo a ti mi amado?
Pregunto a la silla, pregunto a la almohada:
¿para qué soportar, para qué mi tristeza?
Ya te besó, martirizada:
- responden, a otra besa."
Marina Tsvietáieva - Todavía ayer a los ojos me miraba -

Amado:
             Puedo seguir llamándolo así porque aunque su ausencia sea una película de polvo que lo cubre todo en mi interior, en mi presente y en mi pasado no hubo ni habrá otro que merezca esta nomenclatura.
No hay otro. No hay nada. No hay yo, porque no me pertenezco.
En mi pecho tengo una cruz negra, invertida y ardiente. Me presiona los pulmones, me quema la sangre.
Desde que usted desapareció, desde que yo lo expulsé, ya no puedo vivir. Ni tampoco respirar. Desde que usted no viene el peso de vivir se siente en cada hecho.
Y es que en mi discurso no puedo matarlo. Acaricio palabras con mi lengua hechizada que no deja de nombrarlo mientras yo quiero morir.
¿Usted se acostumbra a esta muerte?
Quiero la muerte real de los sentidos porque la agonía siempre mantiene un rastro de lucidez.
El conocimiento es una toma de conciencia y yo ya no quiero saber.
Estoy yéndome de a poco de este mundo, confírmeme que nunca volverá. En diciembre todas las cosas mueren como lo hace el mundo cuando usted ya no está.
Mire como se desmayan las últimas luces de mi existencia. Observé mi cuerpo languidecer. Rasguñe mi lengua gastada de tanto nombrarlo y las manos callosas de buscarlo en cada amanecer.
Quedan pocas semanas de este martirio, antes de la próxima celebración no estaré. No sé si me consumiré muerto o me convertiré en otra cosa, no se sí seré espectro o , totalitario, desapareceré.
Hidrate mi tumba con sus lágrimas frustradas. Recuérdeme como lo que fui: un tonto que creía poder cambiar las cosas, un mediocre que creyó tener. La ausencia es poseer despojos, es jugar con los fragmentos putrefactos de lo que fue.
Ya no pido un último beso de esperanza sólo quiero su ausencia total, mi muerte es un acto privado, después de haberle de dado todo me merezco dicha discreción.
Y cuando ya no esté, no crea que mi palabra muerta volverá. Me iré con fuego, todo. Y espero nunca regresar. Anhelo otra dimensión muy lejos suya, donde su nombre, su olor, su voz y su palabra no puedan acceder.
Me destruyo mañana a mañana, ya es el tiempo de desaparecer.