domingo, 29 de septiembre de 2013

Día siete: Segunda Carta

"Amado dueño mío,
Escucha un rato mis cansadas quejas,
Pues del viento las fío,
Que breve las conduzca a tus orejas,
Si no se desvanece el triste acento
Como mis esperanzas en el viento."
Sor Juana Inés de la Cruz

Amado: 
             Bienvenido al viaje hacia el corazón de mí mismo.
Esta noche estoy muy enojado, diabólicamente enajenado. Siento que puedo rebotar por toda la habitación, golpearme con todas las paredes, estrellar mi boca contra los ventanales y que los vidrios me atraviesen las encías. 
Son muchas horas las que dedico diariamente a construir una disciplina. Tengo que inventar un temperamento que no poseo. Debo poseer más filamentos de los que creía. Por eso, desnudarme en prosa ante usted me lleve más tiempo del que yo quisiera. Quiero quedar expuesto como una llaga que grita como un objeto salvaje.
El tiempo me sepulta y me hace sentir insignificante. Lo dolorosamente paradójico es que pensar en el tiempo hace que uno lo pierda. Pensarlo y tenerlo, hacerlo existente, para perderlo y agotarlo, después.
Quiero, también, quitarme de encima toda esta suciedad que me huele a fracaso.
La libertad de una memoria viva arrodillada en la lengua mía que todo lo narra, en los dedos míos que escriben la parcialidad de una vida, la porción de un recuerdo. Los recuerdos jamás logran alumbrarse del todo. El recuerdo no es un conjunto entero. No es eso lo que quiero.
La ficción no es una mentira. Aunque sí es cierto que los hechos verídicos sufren una constante metamorfosis. Las partículas de realidad comprobada parecen, además de transformarse, respirar. Tienen movimiento, reciben alegre y educadamente a esos detalles que las maquillan volviéndolas otras y se inclinan doblegadas ante lo poético. Pues contar no sirve de nada sino va acompañado de una exquisita manera de contar. Creo que estos detalles de estilo necesarios no hacen mella en la veracidad del relato. Aunque mantengo esa convicción no es eso lo que quiero.
Disciplina, Pulso, Descripción, Contemplación, Obsesión por el detalle, Subjetividad basada en percepciones objetivas. Desde ustedes salgo, hacía lo que viene, voy. Aunque ese es mi presente, y me condiciona, no es eso lo que quiero.
El ser humano sólo se paraliza ante dos cosas.
Seamos más exactos.
Hay sólo dos fenómenos en los cuales el ser humano se mantiene inmóvil, para entregarse, luego, a una fuerza que lo consume y lo arrastra sin que él tenga control sobre nada.
Esos dos fenómenos son: el sexo con amor (pasión) y el miedo.
Ambos paralizan a su manera.
Que haya escrito tanto, justifica el fiel mural al que le dí colores con mi pintura dual. Atravesado , estoy por estas dos magnitudes. Es que yo soy como el sexo, despojo y encuentro. Me pierdo para encontrarme, y cuando ya fui hallado, heme aquí, devorado y perdido. Me hago cargo de todo esto sin embargo, no es eso lo que quiero.
Soy la trampa verdadera de la mentira más absoluta, porque me parezco tanto a lo que soy, que realizado entre música y recuerdos, me entrego a la noche. Lo admito pero no es eso lo que quiero.
Me gusta sentarme en la garganta del mundo. Abstraído, alejado de todo como un consorte que ha traicionado: confinado, castigado. Hay una vitalidad misteriosa que hace que todo exista, me toma y me deja, innumerables veces.
Mundo, en esta vida y en todas mis vidas, : Tu lengua me penetra en cada una de ellas. Es una descripción posible aunque no es eso lo que quiero.
Probé tus habilidades y demostré mis satisfactorios desempeños. Te besé, te amé, te comí.
Fuimos animales , y a la vez, más personas que nunca. Esto me encadena pero lo suelto apenas por un momento. Esta noche no es eso lo que quiero.
Y en esta acción de narrar, más que Yo-piel : Yo-prosa. Me cubro de Lenguaje porque, con anterioridad, fue él quién me ha dirigido; irguiéndose apelativo me ha persuadido para después tomarme. Yo, su posesión, consumiéndome. Fue la Lengua, que me hizo Lengua, la que me disfrazó y me volvió escrito: yo soy la voz escrita, este papel, mi espejo. Defensa. No es eso lo que quiero.
La vida es un apenas. Vivir es asomarse. Nuestros días confeccionan un balcón mediante el cual observamos el Todo. Pero nunca vamos a verlo en su totalidad, la vida es demasiado breve y nuestra estupidez es , por momentos, excesiva. Nuestra prioridad es el balcón. Siempre lo será. El paisaje, el Todo, el exterior (que en realidad es interior, es centro, es núcleo) jamás nos llamará la atención. Como seres humanos nos gusta la cercanía, el control y el entendimiento. Por lo tanto, la vida no es otra cosa que pereza y comodidad.
Pecaré de soberbio al afirmar que me he tirado del balcón y camino, descendente, por el aire para acercarme al Todo. Yo estoy viendo con los ojos reales. No viajo solo: llevo todo mi presente conmigo. Es de esto de lo quiero hablar. Porque en esta noche decir "todo" es decir su nombre. Porque esta noche decir "presente" es invocarlo a usted, es reconocer que lo encuentro en todo, afirmar que me pierdo en usted por que me encuentro en usted, porque amarlo es ver la sonrisa de dios en sus pupilas.

(Continuará...)



Día Seis: Las películas imposibles - El amor cinéfilo -




Supe desde siempre que tenía un grave problema con las películas. Incluso a edad temprana donde nuestra conciencia crítica no tiene estructuras y nuestro pensamiento especulador podría representarse como un mísero poroto.
Tenía cinco años cuando el Sanyo modelo '88 escupía los títulos iniciales de El Exorcista en una madrugada de invierno mientras todos dormían. Con un pijama repleto de dibujos de los osos cariñosos y un bol colmado de maníes confitados en mi regazo, la punzante música del comienzo del film dilataban mis pupilas hasta convertirlas en un par de platos ahuecados por el tiempo y por el espacio. ¿Han pensado alguna vez el proceso físico y biológico que experimentan nuestras pupilas al confrontarlas con una película? ¿No creen que se asemeja muchísimo a dos hoyos negros , esos hoyos que aseguran que interrumpen ,de vez en cuando, la quietud del universo? El cine es una de las pocas ramas del arte que logra acaparar todas nuestras zonas disponibles para la conmoción. Y yo siendo infante ya lo percibía. Quería el instante bendecido, quería pertenecer, quería descifrar el mensaje que cada plano tenía para mí...¡Los planos en el cine! Son el guión mudo y codificado insertado dentro de un argumento verbal, es el juego de la escondida de cualquier director. Y yo a esa edad ya lo sabía. Yo a esa edad  sabía muchas cosas. Y cuando más sabe uno más ignorante es, porque el saber nos hace manejar un nuevo espectro de posibilidades y  sentimos cuan grande es el imperio del intelecto. 
Yo ignoraba a Tornatore, yo quería ser Toto, yo quería mi propio ritual cinematográfico, mi propia ceremonia clandestina, manejar mis propios embrujos, era un niño con pulsiones, tener curiosidad es sentir hambre, mucho hambre.
 La película guionada por Blatty (basada en su propia novela, una de las obras más espeluznantes de la historia) transcurría a ritmo trepidante ante mis ojos. Podía vislumbrar que más allá del maquillaje y de los efectos de sonido, la película le daba el necesario giro visual a un tema harto discutido desde el comienzo de nuestra era: la fe.
Y cuando el señor de las moscas le susurraba ásperamente desde las entrañas de Lindita al padre Karras, imitando la voz insoportablemente inmigrante de su mamá muerta, empecé a sentir transformaciones a mi alrededor. Soporté toda la película mordiendo mis labios, rayando mis manitos con las uñas, rompiendo con los apretujones de mis puños la tela de mi pijama. Sucedía aquello y mis golosinas desaparecían.
Dejé de ver cine. Aprendí a tejer, a cambiar instalaciones eléctricas y unos años más tarde, recitaba Shakespeare para las navidades. Terminé la secundaria con promedio de 9,75, poseía un nivel intermedio de yoga, hablaba tres idiomas y podía crear esculturas con ambos lóbulos de mi cerebro. Podía hacer cualquier cosa, menos mirar películas.
El cine como institución física estaba prohibido. No acudía a ellos, me persignaba con fervor al pasar por un local de video de alquiler. Llegué a transportar tanta paranoia sobre mi espalda, que salía a la calle con cinco tubos de ensayo en cada bolsillo repletos de kerosene y quemaba cada afiche gráfico de películas estreno que aparecía ante mí.
Ayer me dije que eso debía terminar y resoplando como un búfalo me enfrenté a la entrada del famoso cine de la zona de Congreso, el que tiene título en francés pero es más argentino decir que es una goma gigante. Agosto brindaba un especial de cine francés posmoderno, donde se repetían aquellos filmes que dieron nuevos espasmos a la cuna del cine.
Apagón de luces y yo sin confites, el vals de Amèlie y yo sin pijamas, la niña con su cámara de fotos y yo sin inocencia. Me enfrentaba de nuevo a la cara de mi maldición y tenía más miedo que la primera vez. Me imaginé tirado en un charco de sangre cuando los demás espectadores descubrieran lo que sucedía y me destruyeran a patadas. Me visualicé en la tapa de los diarios como la nueva atracción de los medios, veía mi final en un cubo alcochado con la zona sublingual más manoseada que mi propio esfínter. Respiré hondo y experimenté lo que era visitar un cine por primera vez, a los veinticinco años.
Durante la primera parte de la proyección no sucedió nada extraño y todos los presentes teníamos la fiesta en paz.
Un olor penetrante y desconocido llegaba ante mí. Los aromas me pueden, logran tenerme bailando en un hilo de Ariadna invisible durante incontables minutos. El perfume se parecía a un suavizante de ropa con tenues e intensos toques de colonia importada. Las únicas palabras que me golpeaban la frente para definir todo eso, era la de limpio blanco de pureza higiénica. Seguramente así olería el cielo.
Había un pedazo de cielo sentado en la butaca contigua, nos miramos de reojo mutuamente; en unísono, y dejamos de vivir. Mi vida pasó a sus manos y Él ,en silencio, me otorgó la suya telepáticamente. Juntos en la salud y en la enfermedad hasta que la locura nos separe. Teniendo en cuenta mi problema eso podía ser en escasos segundos. Y habría muerte sin Venecia y otra vez un Gustav von Aschenbach sin su Tadzio.
Corté el romanticismo de florcitas inventadas y violines que sólo yo escuchaba y volví a concentrarme en Audrey Tautou. La muchacha servía café en el bar donde cumplía su jornada. Lanzaba miradas a su alrededor e intentaba ,bajo hermosos sortilegios de una amable retórica de solidaridad, hacerles la vida mejor a aquellos que la rodeaban.
Mandó a un hombre y a una mujer al baño, a gemir como burros, a juntar una vagina humeante de inferioridad y pesimismo con el falo de un compulsivo y manipulador, el especímen de un hombre  que de hombre no tenía nada y de inseguro lo tenía todo.
Y en la pantalla gigante del cine se desprendía la escena de las copas del aparador de ese bar vibrando, las pupilas de Amèlie se apoyaban en los pómulos de su cara que su sonrisa desplegada hacían subir  como si fueran ascensores. Y un ruido parecido a un choque de estrellas se manifestó a mi lado.
Y la gente empezó a gritar, a correr, a tropezarse, se prendieron las luces y un reflector se posó en los hombros de aquel que olía bien a mi costado.
Les confieso que a mí me cuesta mucho entender las cosas, mi capacidad de asociación es comparable con la capacidad de ganar un maratón de una tortuga. No sé mentir en el truco, y nunca pasé del primer nivel del Tetris. Por lo tanto, tampoco veía la transformación de mis alrededores. Cuando al fin entendí la indiscutida vinculación entre el hombre que se sentaba junto a mí y el caos que se había desarrollado, no pude más que sonreír. Lo saqué de donde estaba sepultado y lo invité a su casa.
Ahora estoy aquí, sentado en un sillón que no es mío, con un plasma que no es mío, con una videoteca que no es mía, con un piso que me sostiene que no es mío, con un silencio que no me pertenece, con unos ojos azules que me miran desde la cocina que son mi nueva adquisición como terrateniente del amor.
El amor se mueve bajo misteriosos designios ¿O era El Señor?, hay deseo y no es un tranvía, hay una unidad instantánea ¡y si me importa un comino! . Y no salgo  corriendo por ninguna escalera y nadie se va a llorar a Tara diciendo que al fin y al cabo mañana será otro día.
Le ordené al Ángel que sacara todos sus muebles del living, que me encierre en un circulo de botellas de vino pero, sobre todo, que no salga bajo ningún punto de vista de la cocina, pase lo que pase, pase lo que me pase y pase lo que le pase.
Pongo Play y El Deseo S.A presenta un film de Almodóvar. Y a la mañana muy tempranico unas mujeres limpian tumbas en un cementerio. Y se suceden en la mayor tranquilidad los primeros veinte minutos de película. Y La Sole encuentra la bicicleta estática de su tía Paula que está mas ciega que el monje Jorge de Burgos que aunque la rosa siga sin tener nombre, la Poética, también, sigue sin su apartado sobre la risa.
El Ángel propietario sigue teniendo problemas, lo oigo luchar en la cocina. Seguirá excitado con la escena del coito del baño, quizás esté recordando o quizás de nuevo le sobrevino el desastre por que puedo llegar a ser yo el tejido de la manta de sus hormonas.
En la película las vecinas conversan con La Agustina, su madre hippie sigue desaparecida, la primera hippie del pueblo, la que confeccionaba pulseras de plástico. Su hija la honra y argumenta : " - Cada vez que me fumo un porro me acuerdo de ella". 
La risa que se me escapa de los labios desencadena los hechos.
Al principio es un golpe tenue y hago como que no lo escuché. Segundos después, el ruido se repite más insistentemente. Y no puedo hacerme el desentendido, me pongo erguido y amenazante para abrir la puerta mientras en la cocina cada vez hay más ruido a despelote y ,ahogándose, el dueño de la casa trata de decir "Ya voy". Le digo que se calme de una buena vez, que yo abro.
Y eso hago.
Un chico de traje, con una botella de vino bajo el brazo, me brinda su semblante petrificado. Su atuendo es negro por completo y lo acompaña un pañuelo rojo en el bolsillo que cubre su corazón y una corbata a tono perfecto.
Le digo que pase y que se siente, lo digo sin miedo y eso parece descolocarlo.
Sigo mirando la película mientras mi nuevo acompañante se sienta junto a mí y se sirve una copa.
Se reanuda la historia que humedece la pantalla y media hora después la niña enfrenta el mal. Un orgasmo estético se apodera de la película, la chica brinda testimonio con su rostro tensado por las garras de la desesperación, llora y confiesa ante una cámara que congela y una música robada, a modo de homenaje, de alguna película de Alfred.
Mi alma no se contiene y estallo de admiración ante tremendo logro y otros dos hombres en traje rompen el vidrio de la ventana del living para levantarse en el acto y decir a dúo - “Hola, que tal.”
 Sacuden sus ropas hasta que quedan como nuevas y se sientan con más botellas de vino que me ofrecen para mirar la película con nosotros.
Cuarenta minutos después Raimunda se asombra al descubrir que su hija nunca la escuchó cantar, su madre ( media muerta , media viva) la observa escondida en un auto en las afueras del restaurante donde sucede la escena.
El dueño del departamento grita desde la cocina para que le deje venir a ver esta escena, su escena favorita, con nosotros.
Tuve miedo, lo confieso. Es más fácil mostrar el glande que mostrar el alma. -¡Que no, te dije.. espera un poco!- grito nervioso y mis acompañantes gritan como hienas.
-¿Quién anda ahí? -interroga desde su prisión doméstica
- Mejor no preguntes- contesto.
Penélope Cruz adivina el parpadeo de la luces que a lo lejos van marcando su retorno y mis ojos copian sus lágrimas, yo lloro con ella mientras canto lo que ella canta. Los hombres se emocionan conmigo, y corean el tango , ésta vez en tono flamenco, con sus voces borrachas.
La emoción me rebalsa como un tanque de agua, como una olla hirviendo, como oruga que rompe el capullo, como la saliva que uno se olvida en las orejas de un amante.
El parqué del living se rompe en pedazos para escupir cuatro hombres , vestidos de etiqueta que reptan para salir del pozo mientras cantan con voz de tenor que veinte de años no es nada.
¡Y febril la mirada te busca y te nombra! ¡Y esto si que no tiene nombre!. Me besan con sus bigotes perfumados, me acarician los rulos y me piden perdón por haberse comido mis confites aquella vez. Me dicen con ternura que me quedaba lindo el pijama y lo bueno que es estar de vuelta.
Pedrito ordena que la cámara enfoque a La Maura llorando mientras ve a su hija cantar aquella letra que con amor le enseñó cuando era pequeña. Y se esconde con miedo cuando cree que Raimunda la ha visto. El plano nuevamente lo protagoniza Penélope¡ la odio tanto! pero la cámara la ama, yo amo esa cámara que la idolatra, mis acompañantes aplauden rabiosos y los cinco nuevos hombres de traje que acaban de caer del techo opinan lo mismo. De hecho agudicé mi oído y el 
Ángel desde la cocina grita "Te amo, Raimunda".
Y ya perdí la cuenta de cuantos somos sentados en este sillón, donde el vino corre como río vampírico, hay escombros por todos lados, el viento ruge por las ventanas rotas y el dueño de la casa grita cada vez más fuerte. - ¡Hay cuatro hombres de traje saliendo de mi heladera!. Abre la puerta de la cocina y una tonelada de cucharas de plata se precipitan en el piso como una lluvia grisácea. Llueve metal por cinco minutos.
Sale Él de la cocina completamente enajenado y despeinado pateando las cucharas, maldiciendo el cine, a mí, a la divina providencia y al boom del bing bang.
Junto al Ángel vienen los hombres de traje. Me dicen -¡Hola chiquitín ! entre abrazos y efusivos saludos con sus compañeros. Entre todos patean las cucharas de plata y de tanto ver cucharas dirijo mi mirada hacía los ojos de río puro.
- ¿Podés ponerle un tope a tu excitación? - le pido autoritario
-¿Podés dejar de emocionarte tanto?- replica
Le digo que no, por supuesto, que al fin y al cabo el llenó el cine de cucharas de plata porque se conmovió con ese amor surgido en el baño y con la opción a que conmigo recree aquello. Que ésto también soy yo. 
Todos eran mis hijos, no de Arthur Miller, sino míos. Completamente Sin duda alguna.
El me sonríe y cesa el torrente de cucharas, se sienta a mi lado, a nuestro lado, al lado nuestro, conmigo, con ellos, con nosotros.
Y me vuelvo a emocionar, y los hombres de traje gritan ¡Sí,sí! con la cadencia propia de los que apuestan en las riñas de gallos y encima , entre pito y flauta y pito y pito, pasó ya una hora más de película. La Maura le pide perdón a su hija y nos enteramos de las atrocidades que una familia vive en un pueblo donde todo se silencia bajo el estruendo de un viento que enloquece a toda la población.
Y no me contengo, el Ángel me mira expectante y me digo a mi mismo que reprimirse no vale la pena, que todos tenemos particularidades y que  ningún vínculo es fácil. No se si el amor todo lo puede, pero quizás salga algo interesante entre hombres de traje y cucharas brillantes.
Seis hombres de negro aparecen ante nuestros ojos como traídos de otro planeta, como si se teletrasportaran. Son míos y me dicen ellos también -Hola .que tal. El dueño de la casa les regala una cuchara a cada uno y ellos levantan el sillón con nosotros arriba, mientras los otros sirven más vino. El pedazo de cielo, de la alegría que tiene le nacen mas cucharas y todos hacemos cada vez más ruido, hasta que uno de ellos nos obliga a callar.
La Maura es una aparecida que quiere cuidar al personaje de Blanca Portillo. Volver es una película que podría parecer surrealista donde los muertos conviven con los vivos. Y una escena final, donde la estética habla mucho más que el guión que ya ha terminado, nos da una dualidad exuberante como regalo de despedida.
Y también la vida es un poco así ¿no es cierto? calla más de lo que dice, interpretamos simbólicamente mucho más que todo lo explícito que ella nos trae con el correr de los días.
Y el amor es un poco así también, la curiosa relación entre un hombre de traje y una cuchara.
La escena final me produce tanto goce que todos aplaudimos mientras una avalancha de hombres de traje se suma al festejo. Ya ni sé bien de dónde salen.
Sólo me dedico a abrazar muy fuerte al novio que el cine Gaumont trajo hacia a mí y que con un beso que se arrodilla en mi boca hace que una montaña de cucharas de plata nos sepulte a todos por completo.



Día Cinco: Primera carta

"Te escribo vida porque no sé como vivirte."
María Gabriela Ini - Ana M. 1945 -


Amado: 
            ¿Sabe? Nacer fue mi primer pecado. Y jamás terminaré de expiarlo.
Nunca pude llegar a ser un bebé, tan sólo feto; y uno muy apresurado.
Intenté nacer a los cinco meses y medio. Y lo conseguí. Heólico me eyecté desde el viscoso vientre cortado y esa irrupción, esa grieta que le hice al tiempo fue, es y será para siempre castigada: yo que quise llegar temprano terminaría llegando tarde a todo y a todos.
Tarde para un padre cuya virilidad exhalaba su último suspiro. Un ego destruido jamás podría ayudar a conformar a otro. Por lo tanto, fui rechazado.
Tarde para una madre que automáticamente convirtió a su niño en un producto cognoscitivo que pudiera llegar a los terrenos intelectuales de los cuales ella había quedado fuera, convirtiendo la maternidad en una inversión bursátil. Por lo tanto, fui rechazado.
Tarde para unas hermanas ya adultas que, en la imposibilidad de poder mantener sus pechos adolescentes en buen recaudo por el hambre juvenil, veían en mí una pequeña prueba de su infancia apenas dejada atrás y a la cual repudiaban en pos de la mieles de la adultez. Por lo tanto, fui rechazado.
Cuando amé hombres fui viga y soporte. Modelándolos como educandos tomaron de mí los elíxires. Luego, al haberse vuelto mejores, volaban lejos. Fui a buscarlos pero mi tarea había terminado. Por lo tanto, fui rechazado.
También me convertí en el amor de su vida de aquel que ya está junto al amor de su vida. Por lo tanto, aún soy rechazado.
Tarde, siempre tarde.
Si el tiempo es una medida humana yo jamás he podido encontrar el centímetro y ciegos los relojes no me increpan con su existir.
A veces callo para no herir (me) y escribo para no morir.
Usted se preguntará de dónde extraigo todo este petróleo escrito, esta voz líquida, esta maquinaria discursiva si cuando me tiene enfrente sólo nota mi piel de sol y mis ojos de mar. Si me ve temblar en sus brazos ante el primer dedo erótico, si me escucha morderlo entre risas furtivas ¿Es que quizás ve algo más? ¿Qué soy yo para usted? Dígame, por favor, algo que tenga futuro.
Ya la vida comenzó a esparcir su nieve en algunos mechones de mi pelo. Debo advocarme a lo conciso: comenzar de una vez esta carta de amor.
Pero es que estoy buscando, oliendo el aire en busca del tono correcto, encontrar el hilo de la prosa y tomarlo con mis manos, escribir como quien teje.
Usted puede llegar a pensar que estos no son más que papeles impuros de memorias salvajes. Y está en todo su derecho. Pero le pido paciencia. Las confesiones lo merecen. Ni siquiera ocurren sin ella.
Al amor no le gustan las estabilidades básicas. Su sangre revolucionaria necesita destruir toda base preexistente, todo equilibrio conseguido, toda estabilidad adquirida. Sólo desde la destrucción se pueden instaurar construcciones amatorias.
Amado, si fueramos tierra virgen quizás nada de esto sería aplicable pero ya ve, usted tiene su fortaleza que lo atrapa y yo soy incapaz de habitar ya nada ¿Recuerda lo del rechazo? Bien, como me negué a volver a cruzarme con él la mayoría del tiempo me la paso escapando. Escapando para ya no ver la mirada estupefacta de cualquiera que, en su afán de poseerme, pretenda modificarme para así, serle más comprensible.
Usted no es como ellos. Pero la vida igual nos resume, nos aprisiona, nos corta, nos delimita y, quizás, aunque ahora grite mudo, nos separe.
Entonces, mi bien todo se resume básicamente a lo mismo con usted, sin usted, en los pretéritos y en los futuros: siempre he sido rozado superficialmente y nadie aceptó sumergirse en mí. Usted tampoco.
Mi lucha no es lograr el amor sino asesinar cobardías.
Tocarme a mí es acariciar la garganta de la Tierra y sé que en algún momento de este multidimensional trayecto que protagonizamos yo a usted lo habré perdido - si es que no lo hice ya- . Me llega el perfume acre de la distancia, escucho , contundente, el sonido de los brazos bajos y el de las puertas, chillando, cerrándose.
El cadáver de mi sensibilidad testimonia. Es por eso que aquí le escribo: para dar cuenta de lo que por usted siento; para hacerme cargo del Mundo.
Si es que no se ha ido, venga. Si es que ha decidido abandonarme, por favor, regrese. He de poder salir a la vida pero sin sus labios como puerto de llegada ninguna travesía cotidiana tiene sentido.

(Continuará...)

jueves, 26 de septiembre de 2013

Día Cuatro: Mientras Dormías

"Un ajuste preciso de distancias" 
Cortázar

  Si se me desenredara la lengua me gustaría decirte alguna verdad.Tan fácil como si estuviera mintiendo,tan simple como si te estuviera mirando,tan sencillo como si estuviera respirando. 
  Si se me volaran los pensamientos hacia tu almohada me gustaría que te contara el presente.Tan complejo como la mirada febril que me consume,tan intangible como lo que en tu garganta se esconde,tan volátil como la lluvia que habla afuera,tan absoluto como la conexión que hice con el más respetuoso de los silencios.  Si se me desenredara la lengua me gustaría decirte alguna verdad.Tan fácil como si estuviera mintiendo,tan simple como si te estuviera mirando,tan sencillo como si estuviera respirando.
  Si se me volaran los pensamientos hacia tu almohada me gustaría que te contara el presente.Tan complejo como la mirada febril que me consume,tan intangible como lo que en tu garganta se esconde,tan volátil como la lluvia que habla afuera,tan absoluto como la conexión que hice con el más respetuoso de los silencios.
  Si alguien alguna vez me preguntara aquello que hoy estoy callando me gustaría esconderme un poco de toda mirada.Tan natural como siempre lo hecho,tan inocentemente que parecería un juego, tan educadamente que no te enterarías,tan responsablemente que sería mi nuevo oficio.
  Si esta noche pudiera pasarla perdido en tus pupilas no estaría escribiendo,estaría muriendo.Tan bien que dolería,tan profesionalmente que te lo creerías,tan sigilosamente que te sería imperceptible,tan contudentemente que sería destino. Moriría entonces mi individualidad superviviente y nacería la era de los suspiros.
  Si lograra dormir esta noche me gustaría llevarte conmigo.Tan cerca como si descansaras en la curva de mi cuello,tan pacífico que te sería vicio,tan ameno que se te haría costumbre,tan honesto que se te volvería necesario.
  Si esta madrugada hubiese podido ser tu lecho,te mordería la boca con realidades.Tan primitivamente como lo es cada emoción,tan apasionadamente como te estoy acostumbrando,tan poderosamente que te volverías niño,tan efusivamente que perderías tu noción del mundo tal cual lo conoces.
  Si te tuviera frente a frente,mentiría.Tan patéticamente que lo adivinarías,tan débilmente que ya lo estás intuyendo,tan descaradamente logrando que me sonrías sarcástico,tan temerosamente que te compadeces y te ríes como un bebé en sueños.
  Si en estos momentos pudiera contarlo todo,me gustaría no tener miedo.Con tanto ahínco que parecería un anhelo,con tanto fervor que sonaría a suplica,con tanta honestidad que sería curado,con tanta seguridad,que sería desterrado.
  Pero esta noche no puedo hacer más que escribir,por que no puedo tocarte.Aliviar esta urgencia infantil mientras un grano más cae en el reloj de arena.Contemplar mi piel vacía pero alimentada de recuerdos.
  Si pudiera elegir, te sentaría en mi mesa de luz.Con tanta obsesión que sería sano,con tanta necesidad que sería comprendido,con tanta tranquilidad que me serías correspondido,con tanto placer que lo sentirías fortuito,con tanta transparencia que te parecería,también, tu objetivo.
  Cuando me voy a dormir me quedo sólo con lo que es cierto,con la base de la estatua que todavía no existe,con la conversación que no ha concluido,con los silencios que no han terminado de hablarse, con el multiorgasmo que todavía se sucede.
  Me quedaría con mi autoprotección ausente por que es a vos a quién estoy protegiendo,con mi incapacidad para, por momentos, no poder hacer muchas cosas juntas.Me quedaría también con lo que tejo en mi memoria,que después termina sucediendo pero totalmente renovado.Tan hermoso,que no se me había ocurrido,con tanta frescura que parecés inhumano,con tanta simpleza como al fin de cuentas resulta ser todo lo que es verdadero.
  Me gusta excitarte el cerebro.
  Cuando vos no estás todos los objetos de mi vida gritan, el tiempo me exige juicios; el cuerpo, hechos. 
  Entonces, feroz, me lanzo a combate con el tiempo, desangro a todo lo que de mí quiere arrebatarte. Me paso la noche sudado y golpeando obstáculos. Todo, mientras vos; dormías.

Día Tres: Suspiros

  ¿Qué expresar cuando sólo hay intenciones pero no la claridad de las cosas a detallar?
Cuando se es impulso y ,quizás, en la escritura encontrar la manera de colocar lo vivido en pequeños cuencos para que se conserven.
  ¿Cómo continuar con el ejercicio cuando no alcanzas a lograr transmitir la magnitud de los temas a tratar y sentir que todo sería un esbozo?
  Si me despertara en la copia exacta de un paraíso personal, una utopía construida desde la sinceridad, el apoyo y el sentir, obraría de manera tal que podría fotografiar en mis pupilas el objeto de mi afecto para navegar durante las horas siguientes con el recuerdo de haber experimentando el estado de gracia.
  Abrazar el instante para volver lo propio nuestro.
  Cuando el tiempo ya no tenga voz ni voto, y se diluya formando un estático momento que no termina, no reprimir el deseo de que me crezcan todas las manos suficientes para no dejar de contemplar con el tacto lo que anhelo mi mirada.
  Besar tus suspiros de a poco para que en todo esto la única razón de ser  sea el sólo Ser enteramente y sin razón.

martes, 17 de septiembre de 2013

Día Dos: Confesiones mudas

" ¿Cuál es el día que pasa sin que alguien no disuelva mi última esperanza?.Siempre hay alguien dispuesto a declarar que estoy perdido.Que el rumbo de las cosas es otro y que yo me atrasé.Que la historia marcha y mira como yo todavía estoy lleno de ilusiones.Todo marcha hacia una claridad que no comprendo en absoluto." 
(Fragmentos de la novela "Bandoleros" de Joao Gilberto Noll) 


  Soy una víbora discapacitada.Dejo mi vieja piel atrás como un nylon abandonadopero soy incapaz de proveerme una nueva dermis.Por lo tanto,me arrastro en espasmos con  blancura de piel por todos los rincones.Y miro al sol con el paladar vulnerable,con mi totalidad vulnerable. 
  El frío se mete entre la realidad y yo.Y me siento tan extraño que soy un misterio,mi propio misterio; tan misterioso soy que no me comprendo. 
  Me aburre la mayoría de la gente. Así que, luego de una época  en donde fui un pésimo controlador de mis propios hilos, me dedico, ahora, a mí mismo; a podarme las neblinas, a sacudir mi sol. 
  Por eso, todavía miro con asombro cuando las pupilas se me despiertan ante un beso inesperado,que recae en un suspiro ajeno durmiendo en mi cuello y recuerdo, entonces, que una vez yo fui un ser vivo,y me vuelvo a dormir sonriendo. 
  Y sin que se dé cuenta, miro de reojo atesorando los momentos ,perteneciéndole al desconocido que no lo es tanto, de una manera que ni yo mismo puedo decir. 
  En ese momento me recuerdo que ,por más madurez que tenga en mi aliento, y todas las herramientas luchadoras que dispone mi conciencia,somos seres en vínculo; y  hay una parte de mi pequeño cuerpo que desea, con fuego, ser visitada. 
  Automáticamente me niego este momento; todo se termina con el reloj de la mañana. Y  tengo un tejido más en mi sweater diario: el de saberme poderoso y suficiente,pero incompleto. 
  Y da la casualidad que en las esporádicas y sorpresivas caricias que a veces la suerte me trae me recuerdo a mí mismo que el traje de hielo que paseo por las calles no lo es tanto.Por que ante la sorpresa de lo que no se espera,no puedo tener miedo: si me concentro en la admiración de la sorpresa no le temo al visitante; si no le temo al visitante quizás tengo yo una pequeña muestra de que la vida es para afuera y no para adentro; si no le temo a esta afirmación quizás algún día tenga quién me caliente los pies a las tres de la mañana con un cafecito con leche y unos chocolates tipo Suchard. 
  Pero no.No. 
  Todo se termina con la eyaculación de la mañana. 
  ¿Cuánto hace de esto ya? Varios meses... 
  Doble función ,casi todas las semanas,localidades agotadas para ver a una marioneta clown: Yo. 
  Me tiran los hilos y me muevo sonriente y tragicómico hacia la cuerda que me sostenga mejor. 
  Y le como el presente a cada espectador para recordarme a mi mismo que todavía soy capaz de        sentir. 
  Estoy muy bien solo hasta que esa guerra amatoria,esa risa cómplice de madrugada, esa mezcla de orgasmo salvaje con grito erótico y búsqueda de ternura en el pecho que transpira y me recibe para acurrucarme me da la pauta de que podría estar mejor. 
Y yo quiero decirle ¿Me quedo. Me quedo para demostrar.No se muy bien que todavía. Pero mi Caja de Pandora puede ser la mejor del mercado. 
  Sin embargo, tengo que ser tu momento.Tu vida tiene que llegar al punto en el que descubras tu momento en todos mis momentos mientras yo hago mutis por el foro, vistiéndome a las apuradas,borrando la irritación del roce de barbas en el rostro y las manchas resecas que delatan mis hábitos. 
  Pero ¿Cómo se le dice a alguien conocido en circunstancias excepcionales que querés que sea tu siguiente momento,y el que le sigue a ese, y el que vendría después también? ¿Cómo le explicás que no hay ataduras ni precipitaciones en ese decir sincero sólo  ganas de continuidad?¿Cómo encontrás la seguridad suficiente para que en todas las noches en las que sus lenguas no se enreden decir "Creo que algo hubo" ? Algunas veces caí en ese pozo.A veces, hoy, desde otro punto de vista, vuelvo a caer. 
  Entonces, las horas siguen por que estoy en tránsito, buscando mi nueva piel que perdí aún cuando todavía no la había encontrado. 
  Haciendo todo desde la más extrema soledad en un día donde el teléfono no ha sonado ni una vez.Y donde me demuestro a mí mismo que en mi autonomía habita la legitimada continuación de todas las cosas.
  Y espero( todos esperamos)  Pero yo ahora espero una cosa distinta,una que nunca había esperado,una cosa tan sencilla que es compleja. 
  Ahora no tengo espacio, soy etéreo y floto sin forma y sin sonido.Y me muevo hacia la etapa siguiente. 
  Pero espero,sigo esperando.Esta vez de una manera más sana con muchas otras posibilidades entre las manos que no suplantan sino que complementan. 
  Estoy esperando...
  Muevo mi cuerpo hacia el nuevo momento mejor mientras crezco y me abro al mundo desde otra energía subterránea.
  Estoy esperando la calma que me dejé en tu almohada y el salvajismo que me hizo tener una paz que viene del relajamiento de un cuerpo cansado de las imperfecciones de la maldad humana y que lo único que quiere conocer es el íntimo placer de la protección.
  Estoy mudo. 
  Cuando más me callo es cuando más estoy confesando.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Día Uno: La Espera

"¿Quieres recordar conmigo?, oh, sé que es difícil: pero vayamos hacia nosotros. En lugar de superarnos. No tengas miedo ahora, estás a salvo porque al menos ya sucedió, a menos que veas peligro en saber lo que sucedió." Clarice Lispector - La pasión según G.H [Págs 126 y 127]


 Salir de la duda metódica. Exocéntrico. La meta de cualquier construcción.
 Urbano. Miro a la gente que me rodea con ojos de cielo, expectantes.
 En los vagones del subte, sin saber muy bien porqué, me quedo parado oliendo a ignorancia, no propia sino ajena, no puedo tirarla.
 Existe un instante en toda esta cadena de momentos en el que me ofrezco, abro los brazos como dos ríos, manantial de brujos.
 Y la lengua, adentro, serpentea mas la confino.
 Vengo a mostrar mi cuerpo. La figura de una época: antes de alejarse ante mí tensó un hilo con su saliva y aquí brilla. Y yo tras su despedida me arrugué como un pergamino, este color ocre de papel mohoso, silenciado por el tiempo representa mi pobre pobreza rica en podredumbre.
 Me como a mí. Infectándome por que la sociedad no me nutre.
 En sus ojos, transeúntes, hay códigos de blancos órdenes, de corregidas maneras, de pulcro pulmón.
 Yo soy el objeto gritante ¿no me oyen vociferar? Espejo de papel, voz escrita, toma mi mensaje:
 No hay mayor amor que el de quién espera. El fuego de la pasión mutua caldea pero el de la ardiente paciencia carcome

sábado, 14 de septiembre de 2013

.::Preludio:..

 "Todo combate de lenguaje se dirige a la posesión de ese lugar [ el del soberano] ; mediante la última palabra voy a desorganizar a "liquidar" al adversario, voy a infligirle una herida (narcísica) mortal, voy a reducirlo al silencio, voy a castrarlo de toda palabra." - Fragmentos de un discurso amoroso - (Pág 129) Roland Barthes


   Dicen que no soy el mismo, que envejecí, que perdí estado físico, músculos y abdominales, que no brillo, que mi dentadura ya no es lo mejor, que el cabello no me obedece, que la piel se me hincha de nervios y que mi aliento huele a fracaso. Pero hay una conquista que sí logré y que se olvidaron de legitimarme: me volví persona.
   Un comienzo es la destrucción masiva de todos los finales.