domingo, 29 de septiembre de 2013

Día Cinco: Primera carta

"Te escribo vida porque no sé como vivirte."
María Gabriela Ini - Ana M. 1945 -


Amado: 
            ¿Sabe? Nacer fue mi primer pecado. Y jamás terminaré de expiarlo.
Nunca pude llegar a ser un bebé, tan sólo feto; y uno muy apresurado.
Intenté nacer a los cinco meses y medio. Y lo conseguí. Heólico me eyecté desde el viscoso vientre cortado y esa irrupción, esa grieta que le hice al tiempo fue, es y será para siempre castigada: yo que quise llegar temprano terminaría llegando tarde a todo y a todos.
Tarde para un padre cuya virilidad exhalaba su último suspiro. Un ego destruido jamás podría ayudar a conformar a otro. Por lo tanto, fui rechazado.
Tarde para una madre que automáticamente convirtió a su niño en un producto cognoscitivo que pudiera llegar a los terrenos intelectuales de los cuales ella había quedado fuera, convirtiendo la maternidad en una inversión bursátil. Por lo tanto, fui rechazado.
Tarde para unas hermanas ya adultas que, en la imposibilidad de poder mantener sus pechos adolescentes en buen recaudo por el hambre juvenil, veían en mí una pequeña prueba de su infancia apenas dejada atrás y a la cual repudiaban en pos de la mieles de la adultez. Por lo tanto, fui rechazado.
Cuando amé hombres fui viga y soporte. Modelándolos como educandos tomaron de mí los elíxires. Luego, al haberse vuelto mejores, volaban lejos. Fui a buscarlos pero mi tarea había terminado. Por lo tanto, fui rechazado.
También me convertí en el amor de su vida de aquel que ya está junto al amor de su vida. Por lo tanto, aún soy rechazado.
Tarde, siempre tarde.
Si el tiempo es una medida humana yo jamás he podido encontrar el centímetro y ciegos los relojes no me increpan con su existir.
A veces callo para no herir (me) y escribo para no morir.
Usted se preguntará de dónde extraigo todo este petróleo escrito, esta voz líquida, esta maquinaria discursiva si cuando me tiene enfrente sólo nota mi piel de sol y mis ojos de mar. Si me ve temblar en sus brazos ante el primer dedo erótico, si me escucha morderlo entre risas furtivas ¿Es que quizás ve algo más? ¿Qué soy yo para usted? Dígame, por favor, algo que tenga futuro.
Ya la vida comenzó a esparcir su nieve en algunos mechones de mi pelo. Debo advocarme a lo conciso: comenzar de una vez esta carta de amor.
Pero es que estoy buscando, oliendo el aire en busca del tono correcto, encontrar el hilo de la prosa y tomarlo con mis manos, escribir como quien teje.
Usted puede llegar a pensar que estos no son más que papeles impuros de memorias salvajes. Y está en todo su derecho. Pero le pido paciencia. Las confesiones lo merecen. Ni siquiera ocurren sin ella.
Al amor no le gustan las estabilidades básicas. Su sangre revolucionaria necesita destruir toda base preexistente, todo equilibrio conseguido, toda estabilidad adquirida. Sólo desde la destrucción se pueden instaurar construcciones amatorias.
Amado, si fueramos tierra virgen quizás nada de esto sería aplicable pero ya ve, usted tiene su fortaleza que lo atrapa y yo soy incapaz de habitar ya nada ¿Recuerda lo del rechazo? Bien, como me negué a volver a cruzarme con él la mayoría del tiempo me la paso escapando. Escapando para ya no ver la mirada estupefacta de cualquiera que, en su afán de poseerme, pretenda modificarme para así, serle más comprensible.
Usted no es como ellos. Pero la vida igual nos resume, nos aprisiona, nos corta, nos delimita y, quizás, aunque ahora grite mudo, nos separe.
Entonces, mi bien todo se resume básicamente a lo mismo con usted, sin usted, en los pretéritos y en los futuros: siempre he sido rozado superficialmente y nadie aceptó sumergirse en mí. Usted tampoco.
Mi lucha no es lograr el amor sino asesinar cobardías.
Tocarme a mí es acariciar la garganta de la Tierra y sé que en algún momento de este multidimensional trayecto que protagonizamos yo a usted lo habré perdido - si es que no lo hice ya- . Me llega el perfume acre de la distancia, escucho , contundente, el sonido de los brazos bajos y el de las puertas, chillando, cerrándose.
El cadáver de mi sensibilidad testimonia. Es por eso que aquí le escribo: para dar cuenta de lo que por usted siento; para hacerme cargo del Mundo.
Si es que no se ha ido, venga. Si es que ha decidido abandonarme, por favor, regrese. He de poder salir a la vida pero sin sus labios como puerto de llegada ninguna travesía cotidiana tiene sentido.

(Continuará...)

1 comentario:

  1. "A veces callo para no herir (me) y escribo para no morir"
    "Mi lucha no es lograr el amor sino asesinar cobardías"

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