sábado, 12 de octubre de 2013

Día Once: El aislamiento

"Yo antes quería ser los otros para conocer
lo que no era yo.
Entonces entendí que yo ya había sido
los otros y que eso era fácil.
Mi experiencia más grande 
sería ser el otro de los otros:
el otro de los otros soy yo."
Clarice Lispector

Opté por volver a mis extraños aislamientos, aceptando que éste no es un día para hacerme pasar por ser humano. Hoy soy reptil y necesito enterrarme, evadirlo todo y dormir.
Cualquier persona, en uso de todas sus facultades, evitaría contar esto que yo quiero narrar en tiempo presente. Tejería hilos de verbos pasados, consolándose en recordar y no en narrar. Los recuerdos suelen ser más dolorosos que el hecho que les dio vida, pues uno los manipula. Al instante nadie puede tocarlo. El instante es lo que es y hacia Él hay que inclinarse.
El presente me abraza de nuevo, vuelvo a estar ahí, no quiero ser un viejo frente a una fogata que recuerda y narra a niños boquiabiertos esplendores que ya no brillan, y se hace agua que moja el suelo minutos antes de que sus ojos se transformen en gotas de petróleo y comiencen a morir.
Yo sólo quiero ser el valiente que se narra a sí mismo, Quiero ser el que no recuerda, pero sí relata. Escribir no es más que encontrarse con lo que uno tiene y desconoce. Yo me conozco, yo supe muy bien lo que estaba pasando, tuve las agallas de vivirlo, lo viví para contarlo. Lo viví para no inventarme nada, para no ser una copia de algo ya contado. Lo viví para seguir siendo diferente. Lo viví para que el día de mañana me leas, lector, porque encontrás en mí algo que no se consigue en las farmacias, y eso te haga volver. Viví lo que viví, viviéndolo ni más ni menos que para comprender.
Lo único que realmente me importa en esta vida es saber. El saber me es reconfortante, pero no significa que no deba pagar por eso un justo precio. Un precio por el conocimiento.
Tengo muchas ganas de escribirlo en presente, porque como dije antes detesto los recuerdos. Pero también tengo ganas de revivirlo, con la templanza que sólo se logra sabiendo que alguna vez uno le vio los colmillos a dios y todavía sigue cuerdo.
He matado a mi personaje, se han roto las máscaras de aquello que sólo fue puro teatro. Mi inteligencia se fue de paseo y eso me entristece, ya no puedo ni entretenerme, ni distraerme con el conocimiento. Por lo tanto, voy a tener que confesarme:
Cuando uno trata -desesperadamente- de encontrar una manera de vivir y vuelve a la Vida una ciencia, se condena al fracaso. Me repiten historias, me repito momentos, me repito actitudes y así nace mi repudio. Buscando el prototipo de persona, no vi los hechos. Éstos últimos son la clave del buen funcionamiento; la copia de la copia de la copia de aquello que alguna vez tuviste y te hizo feliz, no garantiza una reiteración de esa felicidad.
La persona no es un conjunto de hechos, son sus hechos lo que lo hace persona; recién ahora lo veo claramente. Y para tener este saber en mí he dejado de creer en las personas.
Solo va aquel al que solo han dejado,ausente de vida y con presencia de ausencia. Ayúdenme a que ayude a la ayuda que se solidariza conmigo y quizás ya no tenga ojos de muerte. ¡Quemen mis manos, si han de tocar lo incorrecto!, hagan una fila delante de mí, mientras yo me escondo. 
Hagan silencio y tengan paciencia,la muerte es puro protocolo.

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